lunes, 14 de mayo de 2007

Limilitudes aptitudinarias

Ya llevo más de una semana tratando de entrar al laboratorio del Dr. Filkenstein y hasta ahora lo he logrado sin problemas todas la veces. El Dr. se ha comportado mucho más colaborador que en otras épocas, juntos hemos trabajado en increíbles experimentos, él ideándolos, diseñándolos y creándolos, yo mirando. Ha sido el trabajo de equipo más facil de mi vida.

Tan solo hace 3 días perfeccionamos el reconstructor de palabras mal pronunciadas, es cuestión de poner el aparato (del tamaño de una billetera) encendido en el cuarto donde se mantiene la conversación y cualquier palabra que salga incompleta o mal pronunciada de una boca (ya sea por alcohol, pereza o un caramelo en la boca) será interceptada, reparada y vuelta a liberar a una velocidad impresionante. Al principio nos fue mal, ya que el aparato interceptó palabras en perfecto estado y las transformó en otras parecidas, como cuando le pedí a mi esposa que me pase un vaso y me pasó un lazo. El problema estaba en un tornillo que estaba mal tratado, le dimos algo de cariño y desde ahí la máquina funcionó muy bien.

Antes de eso inventamos un helado que no se derrite, especial para el caluroso clima de la mitad del mundo, lamentablemente es imposible lamerlo o consumirlo de alguna forma ya que si pegas la lengua al helado no hay como despegarla, esto lo descubrió Arquímides, quien aún lo lamenta o por lo menos eso es lo que creo que dice.

Antes de eso inventamos el desgañitador de impersonalides y limilitudes aptitudinarias, y cuando lo probamos funcionó perfectamente, no vale ahondar en el tema.

Antes de eso nos dio sed y tomamos agua.

Antes de eso comimos galletas muy saladas.

Antes de eso teníamos hambre de gloria. Galletas saladas Gloria.

Y así la semana transcurrió sin problemas, aunque si debo confesar que aún me encuentro un poco inquieto debido al viaje de la otra vez, y las malas costumbres de la edad impuesta no se me van. Ahora me quejo por el frío de las mañanas, le reclamo al de los periódicos la dirección en que lo lanza y reviso las facturas en los restaurantes antes de pagar y esto, horror, con calculadora en mano. También saqué el seguro para el carro, retapicé los muebles de la sala y controlé la hora de llegada de mi hijo, aunque es un infante.

Me tengo que acostumbrar.

9 comentarios:

Ataraxia dijo...

hay demasiadas cosas a las que hay que acostumbrarse... eso es lo terrible...

|_Bonny_| dijo...

Cuando puedas, me podrías prestar el reconstructor de malas palabras? Hay veces en que lo necesito mientras voy caminando por la calle, pasa alguien muy rapido y las letras van rebotando por el piso, es muy dificil recojerlas.

Tambien me gustaría que le pidas al Dr. Filkenstein si es que puede crear alguna especie de maquinita de tortura que se accione cuando un individuo presione la bocina de su carro por más de tres segundos. Eso sería fantastico para ponerlo en mi casa, porque pitan mucho y no me dejan dormir...

Gracias :)

Anónimo dijo...

y yo me tengo que acostumbrar a que estas ventanas de comentarios salgan en alemAn?

Andrés dijo...

el acostumbramiento es completamente más aburrido que el derrotar a aquello que quiere domarte, pero no se puede vivir luchando. Aunque acostumbrarse a veces tampoco parece vida.

Si vas por la calle mejor dile que se detenga, conversar en movimiento es dificil.
Como el Dr. Filkenstein no sale mucho no le interesan los inventos de ese tipo, aunque a mi me gustaría uno de esos.

Alemán? No lo creo mein Freund

Ataraxia dijo...

strivanf michellüer kallmiertromï
cavilantô paritisäno

Di dijo...

Podrías ayudarme pidiendo al Dr. Filkenstein que cree una maquina que detecte el miedo y nos diga como destruirlo

Andrés dijo...

¿Para qué?, si eso ya lo podemos hacer nosotros.

Anónimo dijo...

Yo quiero helado que nunca se derrite...

Anónimo dijo...

Wu wo wieres eje eaooo!!!