jueves, 30 de julio de 2009

Entrada #24

Copiado del diario del Dr. Filkenstein

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Cuando tenía 12 años decidí que sería escritor como mi papá. Desde muy joven practiqué creando historias cortas y cuentos varios. A los 16 años redactaba muy bien y estaba seguro de que tendría un gran futuro pero todo se vino abajo el día que cambiaron al profesor de Literatura.

El profesor Edmundo Rosales destruyó mis sueños por completo y no estoy exagerando. Cada comentario mal intencionado, cada crítica destructiva, cada corrección exagerada me desmotivaba por completo. Él era muy sutil en su campaña destructiva, actuaba como si quisiera ayudarme pero mi estupidez no se lo permitía. Al principio todo fue increíble, llega este gran profesor lleno de talento, muy inteligente, capaz de ser mi mentor, de guiarme de la forma en la que mi padre no podría nunca más. Pronto nos hicimos amigos, con solo mencionar el que fuera mi padre llamé su interés y aquella llama de enseñar que es tan natural en los humanos, se prendió en sus ojos, al menos eso pensé yo. Estaba convencido de su habilidad, me había contado de los libros que había publicado en el extranjero y uno que estaba próximo a salir, escuchaba todos sus consejos y trataba por todos los medios de mejorar mi escritura pero nada era suficiente. “Te falta imaginación, tu redacción es buena pero sin algo interesante que contar no eres más que una secretaria” Ese era su punto principal, mis historias no eran entretenidas y sin eso no habría futuro para mi. Siempre interpreté su dureza como apoyo, su crítica como un cariño extraño, pensé que era lo suficientemente maduro para darme cuenta de eso y no caer en las tonterías de mis compañeros, que pronto se “resentían” con el profesor al ser criticados.

Sus comentarios nunca cambiaron, con el tiempo se exasperaba más y poco a poco perdió el interés en lo que tenía para mostrarle. Me hizo sentir que no valía como escritor y que no tendría futuro. No se si hubiera tenido futuro como escritor, pero ahora, años después, puedo reconocer cuando alguien me manipula y él lo hizo muy bien en aquel entonces. Cada comentario, cada crítica fue bien puesta y su desinterés creciente acabó por completo con mis ganas. Fueron los dos últimos años de colegio que recibí su clase y como un extra le entregaba un nuevo texto cada semana, empezando a los dos meses del inicio de quinto año, sin detenerme en vacaciones, hasta un mes antes de la graduación cuando mientras resolvía un crucigrama, dijo no tener tiempo para leer mi texto en ese momento por encontrarse muy ocupado. Ese comentario fue lo que marcó el fin de mis intentos.

Se que se puede pensar que busco culpar a alguien por mi abandono, tal vez este señor solo quería ayudar pero yo, en mi inmadurez me rendí antes de tiempo y seguí atrapado en mi necedad, incapaz de torcer la decisión de olvidar la literatura como carrera. Yo también lo pensaba, lo he pensado toda mi vida, y he culpado al yo de 18 años por tomar decisiones tan trascendentales con el cerebro aún sin madurar, eso pensaba hasta hoy. Hoy que de casualidad compré el periódico para tener algo que leer en la hora del almuerzo y me encuentro con un reportaje pequeño, en la segunda sección, casi no lo veo pero lo vi, e indica como el Sr. Edmundo Rosales Vélez, ha publicado su primer libro, “Visiones” el cual consiste en una recopilación de cuentos escritos a lo largo de los últimos 3 años. Esto no indica nada más que me mintió al decir que ya tenía otros libros publicados, pero despertó suficiente curiosidad en mí como para acercarme a la librería donde se realizó el lanzamiento del libro. Ahí estuve al salir del trabajo y mi vida tomó un giro cuando abrí una página al azar y reconocí mis historias. Mis historias sin imaginación, con las que no llegaría a ningún lado y de las que no guardé ni un borrador, ya que Rosales me exigía los textos a mano “para crear disciplina” decía él, para no dejar evidencia digo yo.

Edmundo Rosales me quitó mis cuentos, mi futuro, y mis ganas de hacer realidad ese futuro. Siempre lo supo y me manipuló a lo largo de dos años, convenciéndome de que mi talento residía en otra carrera. Se aseguró que la llama estuviera bien apagada y no dejó evidencia alguna de mi participación en la construcción de esos cuentos. Ahora es imposible que 6 años después, un estudiante de medicina que toda su vida ha dicho abiertamente que es un escritor mediocre incomparable con su padre y que no tiene evidencia alguna de haberlos escrito, acuse a alguien que alguna vez fue su profesor, de plagio. Un profesor que otros compañeros recuerdan como extremadamente crítico conmigo y que dejaba muy claro mi falta de talento frente a los demás. Son estas acciones planificadas y llevadas a cabo a lo largo de años, las que me hacen perder la fe en la humanidad."

miércoles, 20 de mayo de 2009

Otra cosa

Limpiando el desván encontré un extraño cartón azulado. Me pareció extraño porque pocas veces he visto cartones azules, dos veces para ser exacto. La primera vez estaba manejando por el centro y un Fiat uno blanco viejísimo, lleno de stickers del tipo "Uy hembras" de los que ya no se ven, se había pasado una luz roja y tuvo un choque con un bus realmente sucio y cuyo chofer gritaba por la ventana cosas como "Inconsciente, irresponsable, ridículo" en lugar de las usuales malas palabras. De aquel bus, se bajó un tipo con pantalones y zapatos café, recién lustrados, que caminaba con seguridad hacia el lado derecho de la avenida. Al llegar ahí buscó en sus bolsillos y sacó una llave que utilizó para abrir la puerta de un pequeño Suzuki forza de color rojo. Sin entrar completamente al carro, se agachó y sacó un pequeño cartón azulado con letras de color blanco, ilegibles desde mi posición. También sacó un paraguas, aunque no era época lluviosa, y lo que parecía ser, y esto solo lo puedo saber yo y aquellos que compraron este instrumento en la feria de Durán de 1998, una cítara. Claro, esta cítara estaba en su cajón original, uno de madera pequeño y amarillo pintado con la silueta de una corchea, aunque podría equivocarme. Mientras sacaba la cítara puso el cartón en el techo del carro y colgó el paraguas, que era de aquellos con mango curvo como bastón de caramelo navideño, en su brazo derecho. Luego de tomar la caja de la cítara, puso el cartón encima de ella, y agarró ambos paquetes solo con su brazo derecho, mientras se agachaba torpemente para cerrar el carro con la llave en su mano izquierda. En ese momento cambió la luz a verde y mientras avanzaba me quedé pensando en las posibilidades de que aquel señor sea zurdo.

La segunda vez que vi un cartón azul fue en la tele.

Otra razón por la que me pareció extraño este cartón azulado que encontré en el desván es que estaba forrado, pero FORRADO en cinta scotch. Uno pensaría que usarían cinta de embalaje, pero uno no piensa porque uno es un número. Tomé el cartón y lo examiné más a fondo. Concluí, luego de complejas operaciones matemáticas, que se habían utilizado 6 rollos y 58 cms de cinta scotch para forrar completamente cada parte del cartón de forma que la textura original del cartón sea imperceptible.

Luego de preguntar en voz suficientemente baja como para que nadie me escuche "¿a quién pertenece este cartón? si no hablan en tres lo voy a abrir unodostres listo" Saqué de mi bolsillo mi navaja suiza que, oh coincidencia, también conseguí en el año 98, pero no en la feria. Hábilmente corté la cinta que unía la tapa de los cartones y con cuidado abrí las tapas. Adentro encontré una de las cosas más extrañas que he visto en mi vida, ni siquiera lo puedo describir, es tan bizarro, tan irreal, tan de otra dimensión que ni siquiera se si puedo darle un nombre para pronunciarlo. La única forma de tratar de describirlo es por medio de una fotografía, si es que la naturaleza de tal objeto le permite ser fotografiado.

En realidad es azul pero mi cámara está sin baterías. En cuanto las tenga pongo la foto real.

Ok, tengo un problema con la exageración, pero estoy haciendo terapia. En fin, revisé inmediatamente aquella libreta y me quedé sorprendido con lo que vi. Tan solo con leer la primera página mi mente explotó en las posibilidades, transcribo para no dar largas:

DIARIO PERSONAL
DR. JULIÁN A. FILKEN VALENCIA
1987


Tiene páginas rotas y otras garabateadas, cuan cliché me parece el encontrar un diario con páginas arrancadas. Reviso bien el cartón y encuentro varios, son de diferentes años y están llenos de dibujos, garabatos y muchos textos cortos. Decido concentrarme en el que tengo en la mano y cierro el cartón por un momento. Analizando las primeras entradas veo un patrón extraño que influye mucho en lo que se ha escrito. La letra del Dr es al parecer muy grande para esa libretilla. Al principio se llevaba 3 o 4 páginas para relatar una entrada. En entradas subsecuentes se nota que la pereza venció y todas las entradas son cortas, hechas para entrar en una sola carilla. Ninguna tiene fecha, pero al estar escritas con plumas de diferente color, dan a entender que fueron escritas en días distintos.

Esto era un tesoro, tal vez aquí encuentre las respuestas que necesito para resolver el misterio que es Filkenstein y el porqué de su motivación destructora para conmigo. Discretamente limpié el área para que no quede evidencia de lo sucedido y me llevé el cartón con todos sus contenidos al lugar más seguro que conozco, debajo de mi cama. El resto del día me pasé leyendo diferentes entradas. Uno diría que un científico sería ordenado, pero solo 2 libretas tienen el año adelante, las otras solo tienen nombre. Leí distintas al azar y encontré entradas que me llamaron la atención. A continuación compartiré con ustedes aquello que considero interesante. Cada párrafo es una entrada distinta y las he puesto en desorden, porque soy desordenado.



Ya son 2 semanas de trabajar en el cine y estoy empezando a descubrir maneras de mantenerme entretenido. Por ejemplo, me fijo mucho en la gente que llega antes para ver los avances de las películas y espero al momento en que todos parecen más interesados en sus conversaciones para proyectar con velocidad y el volumen alto, el avance con el inicio más violento posible. Luego anoto las reacciones respecto al susto y anoto mi puntaje. Los gritos dan un punto al igual que un "¡ay que susto!" pero los movimientos, a menos que sean realmente obvios, no los hago valer. Alguien pudo haber estornudado y yo no podría vivir con la posibilidad de un puntaje que no merezco, faltaba más. Si mencionan a Dios en su grito me doy dos puntos.


Tomé el bus equivocado y no supe que hacer. No sabía donde bajarme, todos los lugares eran igual de desconocidos. Pregunté por donde ir y me explicaron mal pero por cortesía caminé hacia donde señalaban. Allí tomé otro bus que me internó aún más en el barrio en que me encontraba, pero no me dejó menos perdido. Tomé un taxi y me deprimí por haber tenido miedo, que clase de hombre soy.


Es imposible lidiar con la presión de la cocina. No puedo lavar sin ser interrumpido para llevar una cosa a algún u otro lado. El problema es que mi jefe dio a entender que todos pueden disponer de mis servicios y nadie se priva de hacerlo. Quise poner la raya cuando fui enviado a comprar unas pastillas a la farmacia para el jefe de cocina, pero no pude. No quiero contar porque no pude, me avergüenza. Ese mismo día, más tarde, terminé lavando el carro de alguien. La vida no es justa.


Me han llamado Filkenstein hoy una vez más, un apodo que no ha sido usado en más de 8 años, desde que salí de la Universidad. Fue ella la que me puso aquel apodo tan sencillo pero efectivo. Mi obsesión por lo que ella llamaba imposible dentro de los rangos de la ciencia la llevó a compararme con el Dr. Frankenstein, nunca leí el libro. Me hubiera gustado verla en otras condiciones y no justo después de admitir el fracaso, no junto a su esposo, no tan feliz ni tan completa. Que contraste. Ha de ser agradable tener algo por lo que vivir.


Deseo ser un idiota y no saber que vivo en este mundo. Quisiera tener fe, desconocer las reglas del juego y creer con todo mi corazón que las cosas mejorarán. Así al menos pasaría mi vida de pobreza y mediocridad con algo de esperanza en ser feliz. Y no como ahora, con la completa conciencia de que moriré solo.


No me gusta escribir. Lo hago solo porque lo prometí. En la escuela siempre me hacían escribir más que a los demás para mejorar mi letra, pero no mejoraba. Los números se pueden dibujar y eso es más fácil. Aún disfruto leer, pero no se por cuanto más.


A veces me gusta hervir agua, y poner la mano en el agua fría, solo para sentir como se va calentando lentamente. Me gusta saber cuanto aguanto pero me asusta que mi mano sea como la rana, y no se de cuenta que se está hirviendo hasta que sea demasiado tarde. De todas formas lo hago.


Estoy revisando mis anotaciones, tengo la impresión de que las letras juegan conmigo. A veces veo un ocho que luego es un tres y me deja pensando ¿dónde están los otros cinco?
Se que eso se lee extraño, ¿pero no es acaso para eso que sirven los diarios? Para verter las dudas, los temores, las locuras sin pasos falsos. Pues eso, los números, las letras y los resultados me engañan, juegan conmigo y me hacen pensar que lo imposible es posible. Me da miedo pensar que puedo estar perdiendo la razón pero debo aceptar que no se siente como eso. Es como si fuera algo normal, solo sucede y ya, como la lluvia, la primera vez puede ser terrorífica pero una vez que te explican su normalidad, la aceptas. Es como eso.


Era el astigmatismo y no la locura lo que afectaba a los números. Sin embargo, he notado que ciertos resultados, que al principio hubiera catalogado como errores, al ser utilizados como correctos muestran resultados prometedores. Eso va en contra de la ciencia, pero solo por diversión, ajustaré los números de la fórmula según mi conveniencia y romperé las reglas matemáticas más elementales. Me da igual que 2+2 sean 4 o sean 30, no tengo nada que perder.


Cuando me inscribí en la U me hicieron un examen sicológico completo. Recuerdo el desinterés del sicólogo y su apresuramiento por clasificarme como algo, lo que sea, para poder irse a casa. Yo seguí su juego, también me quería ir. Nos encontramos en el bus.


¿Qué hay en tu mente? nunca olvidaré tan fatal pregunta. Que sería de mi vida si no fuera por ella y su pregunta tan horrible. Es culpa de ella por iniciar este ciclo o mía por tener el potencial para obsesionarme de tal forma, que debo responder a su pregunta, cada día de mi vida. Iría a un sicólogo, pero la verdad, no me gustan, suelen tener más problemas que uno mismo.


No puedo imaginar a Filkenstein como una persona normal. Siempre sospeché, y que esto quede entre nosotros, que él era un pedazo de mi, una creación de mi imaginación hecha para atormentarme. No soy un desconocido para los procesos autodestructivos y peor para episodios sicóticos, creo que con mi historial mental, no tiene nada de raro esperar algo como eso, tener un demonio imaginario disfrazado de científico, que te hace la vida imposible. Pero esto, ya es otra cosa.

miércoles, 18 de marzo de 2009

El descontento neuronal

Este no es el post que han estado esperando. He estado incomunicado, maniatado, despreocupado y supervisado por fuerzas externas que no me han permitido decir todo lo que quiero.

Pero no más.

En otra parte del universo, alguien más, parecido a mi ha tenido las facilidades para contar su día a día todos los días. Es algo sorprendente para mi leer aquellas vivencias porque no las reconozco pero la manera de ser descritas, las emociones, los sentimientos, ¡los sustantivos! son tal y como yo los haría. Una persona normal explotaría en una situación parecida. Su mente no comprendería el hecho, no vería las posibilidades, pero yo no, yo se muy bien lo que sucede y quien es responsable.

El Dr. Filkenstein.

Oh si, lo se muy bien, estoy seguro. Él y su aparato del demonio, su impartidor arbitrario de divisiones y separaciones de personalidad a diesel (el aparato, no las personalidades) han irrumpido en mi vida y me atraparon en mi propia mente. El descontento generalizado y en crescendo de las neuronas con las que conviví las últimas semanas fueron la clave para mi liberación algo que de seguro el Dr. no se esperaba. Ahora llega el momento de mi venganza, hasta aquí he soportado los pisotones de este maniático y sus experimentos ridículos, no seré el conejillo de indias de su ciencia sin sentido y sin leyes, de su anti-física de su química ridícula de sus aparatos imposibles. Estoy cansado de ser la victima. El Dr. cometió un terrible error al atraparme ahí porque me dio una visión que antes no tenía, un entendimiento que nunca fue nativo mío o al que tal vez nunca debí tener acceso pero que me permite entender como las cosas deben funcionar y como no y eso ahora es mi mejor arma, mi mejor defensa. Esta fue la última vez, a partir de ahora las cosas van a cambiar.

Van a cambiar en serio.

viernes, 30 de enero de 2009

Los textos perdidos

Supondré entonces que dormir es como apagar el sistema, pero la muerte es como una falla electrica.

Estoy algo molesto, porque se fue la luz y mi pc experimentó aquello más parecido a la muerte que puede experimentar. Estaba escribiendo algo, nada relacionado con esto, y lo perdí. ¿por qué no grabé? no alcancé, por lo general grabo en cuanto hago una pausa, pero estaba con las ideas claras y los dedos rápidos.

Ahora viene la parte dificil, empezar de nuevo o perderlo para siempre. Si decido empezar de nuevo tendría, además de tener que terminar esto, empezar otra cosa y puede que para el final de esto ya no esté de animos para escribir. También podría dejar de escribir esto y volver a lo otro pero aún estoy molesto con la interrupción y eso me desmotiva a empezar de nuevo.
Otro factor importante es que no importa como lo escriba siempre quedará la sensación de que la primera vez estaba mejor escrito.

Pero si no lo vuelvo a escribir, nunca pasó. Y eso es un fuerte punto a favor.

miércoles, 7 de enero de 2009

La comunidad del utensilio


¿Qué tienen en común un gotero, una pinza y un sacapuntas?

Todos fueron usados contra mi de alguna forma.

El gotero, para que gota a gota, la culpa caiga sobre mi. Y yo, harto de recibir las pequeñas dosis diarias explote y libere la verdad de mi mente, verdad que tan bien guardada estaba en el cajón de abajo del velador, cerca de la materia gris junto a la despensa.

La pinza para remover delicados sentimientos, muy afilados por cierto, capaces de cortar hasta los dedos más necios del planeta, esos dedos que pertenecen al tipo de persona que cree que puede manipular aquellos sentimientos sin necesidad de pinzas. Son estos sentimientos los que se removieron y solo causaron mayores cortes en mi páncreas, y no en mi corazón como te hubieras imaginado, porque yo a diferencia de los demás guardo lo que siento en el páncreas y así evito problemas de roturas de corazón, porque el seguro no me cubre corazones rotos, pero páncreas si.

El sacapuntas para afilar un lápiz que se uso para escribir una carta que, al ser entregada, causo la alegría de una ex-viuda que hasta ese momento se pensaba viuda pero que al leer la carta descubrió que el amor de su vida seguía vivo y simplemente había tenido problemas de comunicación en los últimos años. Asperger.

Luego el sacapuntas me lo lanzaron a la cabeza.

domingo, 26 de octubre de 2008

Sospechas, suposiciones y elucubraciones


En una operación sin precedentes, 5 operativos especiales de las fuerzas del ayer y hoy, ingresaron a mi casa en la mitad de la noche y se llevaron lo más valioso que tengo.

Y también al Dr. Filkenstein.

Aún no se cómo pude dejar sobre la mesa, aquello que tanto amo y aprecio. Dejarlo abandonado y sin protección, algo que yo nunca haría, pero hice.

¿O no?

Después de todo, estoy seguro que no sería tan descuidado y en cambio, no estoy seguro de haberlo dejado sobre la mesa y conociendo las cosas que el Dr. Filkenstein es capaz de inventar, no sería extraño que...

¡Nah!

¡Pero si! Él podría haber inventado algo que me hiciera más descuidado, más distraído, lo suficiente para dejar aquello que más valoro sobre la mesa. ¡Sí! Eso debe ser. O peor aún, lo que sea que inventó me hizo, aparte de ser descuidado, ¡olvidar que lo había dejado ahí! O tal vez yo no lo dejé ahí, pero la máquina me dio la sensación de que lo dejé sobre la mesa pero que no estaba tan seguro de haberlo dejado sobre la mesa y luego me hizo dudar de haber sido yo y sospechar de una máquina ¡sí! eso debe ser.

¿Pero porque haría el Dr. una máquina que me hiciera sospechar de que usó una máquina?

¡Ah! Por reconocimiento, el ego del Dr. es gigantesco y no podría vivir tranquilo sabiendo que nadie notó uno de sus inventos en funcionamiento. Definitivamente.

Tal vez hasta las ventanas rotas, los gritos en la noche, los forcejeos, las suplicas de libertad, tal vez todo eso es parte del efecto de la máquina en mi memoria. Ah no, pero eso fue antes de que llegaran los soldados, eso fue tratando de hacer dormir a Daniel, no creo que sea efecto de la máquina, después de todo pasa todos los días.

¿Pero entonces donde está el Dr. Filkenstein?

Por lo general él espera a ver mi reacción al efecto del invento de turno, llama "retroalimentación" a mis ataques de rabia (o completa desconexión con el universo, dependiendo del aparato) y luego hace unos apuntes en aquella libretita que lleva a todas partes. Por lo general hace aquellos soniditos de "aja" y "uhm" mientras escribe, todos estos detalles nunca los había notado tanto como ahora, que no están.

¿Y aquello tan importante?

Creo que lo dejé en la mesa, o más bien, eso es lo que el Dr. quiere que crea. De pronto nunca estuvo en la mesa, o de pronto no busqué bien, de pronto se cayó por debajo de la mesa o de pronto nunca existió.

De pronto está en mi bolsillo. Buscaré.

No está, pero encontré una nota del Dr. Filkenstein, dice:

Máquina exacerbante de sospechas, suposiciones y elucubraciones innecesarias, prueba #1

Eso explica muchas cosas.

Pero... ¿y aquello tan importante?

martes, 23 de septiembre de 2008

Lo que tenemos

Bueno, ya pasamos lo peor, las explicaciones, los lamentos, los resentimientos ya todo quedó atrás ¿verdad?

¿Verdad?

¡Eso! Actitud positiva, así me gusta, y de parte de ambos. Tuya por decir que si y mía por asumir que dijiste que si.

En fin, ahora que todo está bien y podemos relajarnos es tiempo de que sepas los cambios que se han generado en mi hogar. Ha habido tantos cambios que para no hacer esto largo haré una lista de los tipos de cambio, así bien general y los cambios per-se los tienes que imaginar. Tenemos cambios genéticos, urbanos, ínfimos, personales, de orden político, sinceros, azules, históricos, ambivalentes, idóneos, libérrimos y por supuesto, de a dólar.

El Dr. Filkenstein insiste en que incluya “salados” en la lista, pero no creo que el llegar segundo en una carrera de dos personas sea salado, es más bien genético, pero él no está de acuerdo.

Tenemos un perro, se llama tallarín saltado. Le pusimos así porque nos daba la impresión de que terminaría en un chifa si no lo salvábamos.

Tenemos también, un sueño, el de lograr la paz mundial, pero de la manera difícil. Aprendiendo todos los idiomas y dialogando con todos los lideres mundiales y prácticamente con todos los seres humanos y lograr que todos, honestamente y de corazón, se comprometan a no ensuciar las acciones, las palabras y la existencia en general con violencia o agresión del cualquier tipo, anteponiendo a todos los ideales existentes la paz y la armonía.

Si va a ser un sueño, que sea bueno.

Tenemos un circo, uno de pulgas, o sea, van las pulgas a verlo pero actúan perros, y las pulgas se suben libremente y chupan la sangre y luego se descontrolan y no quieren pagar la cuenta. Más bien no es como un circo sino como un bar, yo no quería comprarlo pero mi esposa insistió porque estaba en descuento y nunca sabremos cuando nos haría falta un bar de pulgas disfrazado de circo de pulgas. Las mujeres y los descuentos. Tallarín saltado se rehúsa a acercarse al circo/bar, no por las pulgas sino por los perros, les tiene miedo.

Tenemos algo más de tiempo también, para experimentar lo que comúnmente se conoce como pérdida de tiempo. Veamos.

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Sobrevalorado.

¿Qué más tenemos? Un frase sin terminar, un addendum por insertar, una crema tópica para aplicar, un impermeable sin impermeabilidad y un

Ah, me quedé sin frase sin terminar.